Es considerada el componente principal de la materia viva. Constituye del 50 al 90% de la masa de los organismos vivos. Este espacio acuoso se distribuye en tres compartimentos: el agua de dentro de las células o espacio intracelular, el líquido intersticial (situado entre las células) y el líquido intravascular, que circula por dentro de los vasos sanguíneos. Estos tres compartimentos acuosos están en continuo intercambio para mantener un equilibrio correcto dentro del organismo.
Todos los seres humanos en mayor o menor proporción hacemos uso de ella, pero pocos le damos el verdadero valor para nuestra salud.
El agua es un alimento verdaderamente extraordinario y esencial para la vida: los alimentos y los gases se transportan en medio acuoso, los productos de desecho se expulsan del cuerpo mediante la orina y las heces, el agua regula nuestra temperatura, lubrica nuestras articulaciones y contribuye de forma decisiva a dar estructura y forma al cuerpo mediante la rigidez que proporciona a los tejidos. Además, una correcta hidratación contribuye a mantener la piel tersa y joven.
Un adulto sedentario, en un ambiente sin exceso de calor y humedad, requiere unos dos litros y medio de agua al día, que obtiene de tres fuentes: del líquido que ingiere (alrededor de 1200 ml), de los alimentos que consume (aproximadamente 1000 ml), y del que produce dentro del organismo como consecuencia del metabolismo, que equivale a cerca de 350 mililitros.
El agua del cuerpo se pierde a través de la orina, la piel, la respiración y la defecación. El calor, la humedad y el ejercicio físico (por la pérdida que ocasionan) aumentan notablemente los requerimientos de agua de nuestro organismo para regular la temperatura, así se entiende lo fundamental que resulta reponerla. Pero no debemos esperar a sentir sed para tomar agua: conviene beber regularmente de 8 a 10 vasos a lo largo del día. Una pérdida del 2% del agua corporal supone la pérdida del 20% de la energía física, el agotamiento se acelera con la pérdida de líquido y cuando se pierde el 20% del agua del organismo se eleva el riesgo de sufrir complicaciones graves. También la fiebre, la diarrea y los vómitos, requieren un aporte extraordinario de líquidos.
Importancia de la calidad del agua
Hasta finales del siglo XIX no se reconoció el agua como origen de numerosas enfermedades infecciosas; sin embargo hoy en día, no hay duda de la importancia tanto de la cantidad como de la calidad del agua.
La importancia que ha cobrado la calidad del agua ha permitido evidenciar que entre los factores o agentes que causan la contaminación de ella están: agentes patógenos, desechos que requieren oxígeno, sustancias químicas orgánicas e inorgánicas, nutrientes vegetales que ocasionan crecimiento excesivo de plantas acuáticas, sedimentos o material suspendido, sustancias radioactivas y el calor.
La contaminación del agua es el grado de impurificación, que puede originar efectos adversos a la salud de un número representativo de personas durante períodos previsibles de tiempo.
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